Se trata de HERMES, 45 kilos de robot bípedo con un tamaño muy parecido al humano, conectado con sensores a un exoesqueleto para que sea posible imitar los movimientos, sin autonomía, sin inteligencia, únicamente una “masa de músculos de acero” que usa el cerebro humano para moverse.
La utilidad es obvia: ayudar a realizar tareas de rescate, por ejemplo, levantando objetos o rompiendo barreras con su fuerza aprovechando la precisión de sus movimientos copiados, aunque es también capaz de coger objetos pequeños sin problemas.
En lo que se refiere a la interfaz de control, tiene cámaras para que el humano que lo controla pueda ver exactamente lo mismo que el robot, así como un sistema de equilibrio que permite que el humano sepa la fuerza que hay que aplicar en todo momento gracias a un feedback recibido en un cinturón de fuerza. Eso significa que si el robot está a punto de perder el equilibrio por cualquier motivo, el humano lo detecta y realizará el movimiento adecuado para compensarlo y evitar la caída. Este sistema se denomina Balance Feedback Interface (BFI).
Aquí tenéis el vídeo mostrando sus posibilidades: